Se requiere un cambio de consciencia para tú poder entrar en perfecta relación con Dios, y que puedas experimentar todos sus beneficios.
Eva cometió el error de buscar la autonomía. En Génesis 3, vemos que la serpiente puso esa idea de la autonomía en la cabeza de Eva, la idea de no depender de Dios. Adán y Eva tenían que buscar en Dios todas las cosas. Cuando Dios los bendice, los prospera, les retiene únicamente el conocimiento del bien y del mal. Por lo tanto, ahora cuando Eva y Adán necesitaban ese conocimiento en particular, tenían que buscar a Dios, depender de Él. La serpiente les propone una total autonomía, si comían de aquel árbol. Y, lamentablemente, Eva participa del fruto, hace que Adán participe y, cuando esto ocurre, llega maldición a la tierra, por causa del pecado, por causa de que el hombre se separa de Dios y ya no tiene entonces los recursos para hacer todas las cosas que hacía en el pasado.
En Juan 15, el mismo Cristo dice: Separados de mí, nada podéis hacer. Y, a través de los tiempos, el enemigo lo que ha querido hacer es que vivamos de manera autónoma, separados de Dios, sin depender de Él. Esto trae maldición, enfermedad, pelea en el matrimonio, eventualmente trae muerte; Caín y Abel se pelean, y Caín termina matando a Abel, todo como esa consecuencia del pecado, consecuencia que nosotros también vivimos. ¿Cuál es la solución entonces a la autonomía?
En Lucas 15, vemos que el hijo pródigo, cuando se separa de su padre, lo pierde todo, pero cuando decide regresar y conectarse con su padre, todas las cosas le son restauradas. Para cancelar el efecto de la maldición en tu vida, tienes que pasar de autonomía a rendirte. Tienes que reconocer que necesitas de Dios, que necesitas volver a casa de tu Padre. Esto viene por un cambio de consciencia. Dice la Biblia que el hijo pródigo volvió en sí, reaccionó, entendió, comprendió que tenía que volver a casa de su padre, tenía que rendirse, entregarse. Rendirte es entregar tu orgullo, tu sentido de independencia. El hijo pródigo quería independizarse, quería autonomía, gobernarse a sí mismo; él entendía que tenía capacidad para hacerlo. Se sentía preso, sentía que si dependía de su padre tenía que hacer lo que él dijera, tenía que trabajar. Todo el que piensa de esta manera comienza a tomar decisiones que le llevan a maldición. La decisión del hijo pródigo lo llevó a la ruina, tanto moral como económica. No fue hasta que llegó a la ruina económica que realiza entonces la dependencia que tenía que tener de su padre. Cuando regresa, se rinde, rinde su orgullo; tiene que aceptar que cometió un error, que falló, que no lo hizo bien, que tenía que corregir, aceptar que sin él no podía hacer nada. Cuando entiendes esto, tu vida cambia. Esto tienes que aplicarlo al Señor; tienes que pasar por un proceso de rendirte y decir: Señor, las decisiones que he tomado en esta área de mi vida, no me han dado resultado; no busqué tu Palabra, no consulté contigo, no te entendí; perdóname, quiero regresar, dependo de ti. Ahí es el comienzo de toda prosperidad, de la salud, de una buena familia, de una buena vida espiritual y de todas las cosas: Cuando aprendes a rendirte, cuando aceptas que necesitas, que dependes de Dios.
El problema está en saber cuál es el próximo paso. Te rindes, aceptas tu error, ¿qué es lo próximo? Porque esta parte es bien fácil, es lo próximo lo que se complica. Y lo próximo es obediencia. Es aquí donde no todo el mundo reacciona correctamente. De nada le servía al hijo pródigo rendirse si, luego de rendirse y recuperar lo perdido, ahora no llegaba al punto de obediencia; volvería entonces al mismo lugar, al mismo nivel del pasado. Así que la clave es rendirte, y luego obedecer. Y ahí es donde muchos tienen problema. Porque no es posible tener libertad económica en tu vida, salud, un buen matrimonio, si no aprendes a obedecer la Palabra de Dios.
Hay quien se pregunta por qué los matrimonios cristianos se divorcian igual que los del mundo. El problema es que hay gente que dice ser cristiana, pero toma decisiones igual que la gente del mundo. Puedes servirle al Señor, pero si tomas las mismas decisiones que la gente del mundo, tendrás los mismos resultados. Y esto mismo pasa en las finanzas.
En Mateo 5:33, por ejemplo, Jesús nos habla de que tenemos que cumplir nuestras promesas. En Mateo 6, se nos habla de que tenemos que ser dadivosos. En Mateo 22, te dice que des al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. No puedes prosperar, si no cumples con estas órdenes divinas. En Lucas 6, dice: Dad y se os dará. Esto no es sugerencia, sino instrucción. Dice Lucas 16: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas; que usemos las riquezas para hacer amigos, que seamos sabios. Pablo, en Efesios 4, nos habla de que no podemos robar; tenemos que trabajar. A través de todo el Antiguo Testamento también y toda la Palabra, Dios nos da instrucciones acerca de la manera en que tenemos que gobernar nuestra vida. Dios le dijo a Josué cómo hacer prosperar su camino para que todo le saliera bien. Tú eres responsable de hacer que tu camino prospere, y esto lo logras haciendo lo que Dios dice que tienes que hacer.
El problema de muchos es que se han rendido a Dios, han entendido que no pueden ser independientes, pero llegado el nivel de la obediencia, el tener que diezmar, ofrendar, pagar impuestos, arreglar su vida emocional y corregir todas las cosas, no lo quieren hacer. Ahí es que fallamos, y entonces, estando en casa de nuestro Padre, no recibimos los beneficios que hay para nosotros al tener una relación con Él, todo por no estar en obediencia.
Hoy es un buen día para comenzar a obedecer la Palabra de Dios, lo que Él dice, comenzar a hacer todo lo que Él quiere que tú hagas, para que puedas tener toda la prosperidad que Él tiene para ti. Si tú entiendes esto, tu vida económica va a cambiar.
DIOS ES BUENO
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