En Hechos 2, vemos el primer mensaje del apóstol Pedro, frente a miles, hablando con autoridad. Comienza a describir a ese Cristo redentor que cumplió su promesa. Lo que le da la autoridad a Pedro es tener la experiencia personal con Cristo, de haberlo visto resucitado, haberlo visto levantarse de los muertos, y la experiencia del Espíritu Santo.
Hay tres detalles acerca de la oración que tú debes recibir y entender:
La oración es producto de la pasión por Dios. El orar es producto de tener pasión por Dios. Hay gente que tiene pasión por las cosas de Dios, pero no por Dios; están apasionados por la iglesia, pero no oran. Cómo un cristiano va a la iglesia constantemente, sirve en la iglesia con pasión, demuestra su amor a Dios sirviendo en la casa de Dios, pero no ora, no tiene una vida de oración. Esa es una persona que tiene pasión por la casa de Dios, pero no por el Dios de la casa. Hay gente que ora por los ministerios que tiene, le apasionan los ministerios; en cada concierto, están, se apasionan, lloran, brincan y saltan cuando adoran; son apasionados con ir a escuchar la palabra y a servir porque son apasionados con las cosas de Dios, pero no oran. ¿Por qué no oran? Porque la oración tiene que ver con la pasión que tú tienes por Dios. No es lo mismo. Hay matrimonios que están apasionados por su casa, pero no por el matrimonio; limpian la casa, la arreglan, la tienen pintada, bonita. Son apasionados por sus hijos, dan todo por sus hijos, pero entre ellos no hay ningún tipo de intimidad porque disfrutan de los beneficios del matrimonio y están apasionados por el producto del matrimonio, pero no por el matrimonio. Entonces, pensamos que si cuidamos de la casa física, somos buen esposo o esposa. Si cuidamos de los hijos, pensamos que estamos bien. Pero realmente, lo que estás es disfrutando del producto de la relación, pero no amas la relación. Ahí es que vemos que, cuando no hay casa, no hay carro o no hay hijos o los hijos se van, el matrimonio se disuelve. Porque en realidad nunca hubo pasión por la otra persona, sino por lo que se puede obtener con la otra persona; y es triste vivir así. Lo mismo pasa con los empresarios; hay gente enamorada de sus empresas, pero ellos no son empresarios porque el empresario no vive por la empresa que tiene. El empresario, tenga o no empresa, siempre permanece siendo empresario, y por eso el verdadero empresario siempre busca crecer personalmente, más que crecer en la empresa porque sabe que las empresas pasan, pero el espíritu emprendedor tiene que permanecer. Y el día que se va la empresa por la razón que sea, si no está el corazón emprendedor, se acabó todo. Entonces, ponemos nuestra pasión en las cosas incorrectas; invertimos dinero en las cosas incorrectas. Y así pasa en la iglesia; hay gente que no tiene pasión única y exclusivamente por Dios, y sí por todas sus cosas. ¿Cuándo fue la última vez que realmente tú te sentaste a orar simplemente para estar con Dios? ¿O tu oración es toda una rutina o para pedir algo?
La oración demuestra dependencia. La oración está basada en Juan 15: Sin mí, nada podéis hacer. La oración demuestra dependencia. Para orar sin cesar, tú tienes que orar por todo, sabiendo que necesitas de Dios en todo, que dependes de Él. Ora por tu comida y, cuando ores, da gracias porque es Él quien provee para tu vida; no es tu trabajo o tu esfuerzo, sino el favor y la gracia de Dios sobre tu vida. Agradece. Si tienes que tomar una decisión, antes de llegar al lugar, pide dirección. Orar sin cesar es decirle a Dios que no hay nada que tú puedas hacer sin que Él esté involucrado en el asunto. El que no depende de Dios, simplemente se lanza a ver qué pasa; son los que después quieren orar para arreglar las cosas.
Oración es una relación. Oración no es un acto, sino una vida de relación que da resultado en todo. Y lo que vemos en Hechos 2 es un hombre que llegó a la cúspide de su relación con Cristo. El apóstol Pedro es un hombre con el que podemos compararnos porque su caminar con Cristo fue uno de altas y bajas. Comenzó su ministerio con una pérdida económica; Jesús le llena las barcas y le dice: Sígueme. Pedro deja las barcas y lo vemos subir y bajar, lo vemos tener grandes revelaciones y momentos emocionales, lo vemos negar a Cristo, volver a las barcas y entristecerse; lo vemos en sus altas y en sus bajas. Pero tenía relación, y culminó en un tiempo de oración; cuarenta días donde estuvo directamente con Cristo aprendiendo, y luego se encierra en el aposento alto y llega el derramamiento del Espíritu Santo, y ahora todo hace sentido. Ahora él se da cuenta de todo lo que Jesús hizo por él. Ese es el poder de la oración de un hombre que ha aprendido que solo puede vivir si depende de Dios, si tiene una relación con Él, y que solo puede alcanzar todas las cosas posibles, si tiene pasión por el Dios que le dio el ministerio.
Cuando vemos Hechos 2 y vemos a Pedro predicar del verso 14 al 42, es importante que recordemos los momentos más difíciles del apóstol Pedro para que entendamos realmente su experiencia y lo que pasó con él, que lo llevó a vivir este nivel de relación con Dios. Uno de los momentos más difíciles es cuando niega al Maestro. Es interesante porque la misma gente a la que él le tuvo miedo, es a la que le está predicando. Él dice: ustedes que lo prendieron, que lo crucificaron. A esa misma gente fue que él le tuvo temor semanas atrás. Y a esa misma gente, ahora él tiene la capacidad de ir y predicarle, hablarles con autoridad del mensaje de perdón y arrepentimiento, pero también de acusarlos: ustedes lo mataron, vieron las cosas que hizo y no lo aceptaron, lo crucificaron. Habla con esa autoridad; un contraste muy interesante. De temor, pasa a tener autoridad para cambiar no tan solo su vida, sino atreverse a predicar acerca de Aquel que lo había transformado. Es maravilloso.
Lo que vemos es un hombre que tuvo una experiencia personal con Dios, donde él no hablaba, sino que respondía. Y en esa experiencia algo ocurrió que el chip mental de Pedro cambió para siempre. Cuando el Señor busca a Pedro, luego de que le negara tres veces, el apóstol Pedro no es quien pide perdón, sino que responde a lo que Jesús le está preguntando: Pedro, ¿me amas? Sí, Señor, tú sabes que te amo. ¿Quién inicia la conversación? ¿Quién inicia la búsqueda? Jesús. Demostrando que el que busca es el que quiere relación. Quién responde no es Jesús, sino Pedro. Las oraciones más poderosas no es cuando Dios te responde, sino cuando tú respondes. Dios comienza a tratar contigo y entonces se puede borrar todo aquello que te puede detener de hacer aquello que desde un principio Él te envió a hacer.
Lo peor que sentía Pedro era que le había fallado al Maestro; y lo peor que puede tener un hombre en su vida que no le permite orar, es pensar que todavía Dios está molesto con Él, y que su error lo ha llevado a desperdiciar y perder todo lo que Dios tenía para su vida. Tú tienes hoy relación con el Señor por una sola cosa: Él te buscó a ti primero. No hay tal cosa como que tú buscaste a Dios. Dios siempre es el que ha estado buscando al hombre. La diferencia entre nosotros y la gente allá afuera es que nosotros aceptamos el encuentro. El problema es que muchos de nosotros, cuando nos encontramos con Él, no hemos entendido qué es lo que debe pasar. Tu tiempo de comunión con Dios, para que tu vida cambie, tiene que ser un momento donde Él sea quien hable a tu vida para que cambie tu corazón, para que renueve. Ese fue el mejor tiempo de sanidad: sentarse a los pies de Cristo y que él le dijera: Pedro, ¿me amas? En otras palabras: Pedro, no me importa nada más; no te voy a preguntar por qué me negaste, por qué me fallaste; lo que quiero preguntar es si tienes verdadero amor por mí, y si el amor que desarrollaste por mí todavía no se ha perdido. Si eso no se ha perdido, estamos bien.
DIOS ES NUESTRA FORTALEZA!
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