¿Dónde están tus tesoros?

¿Dónde están tus tesoros?

“19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” Mateo 6:19-21

Muchos piensan en entregarle a Dios su corazón, pero la pregunta es si le entregaste también tus tesoros, porque tu corazón no puede ir al lado contrario de donde esté tu tesoro. Al mismo tiempo, puedes poner tu tesoro en el lugar correcto, y que tu corazón le siga, como puede que no. Hay quien, por ejemplo, da dinero a causas benéficas, pero su corazón no está allí; donan a hospitales, pero nunca los ves con los enfermos. Es más fácil dar el dinero y que su corazón no esté allí. Dar dinero al Señor y que tu corazón esté en otro lugar no funciona. Hay una relación entre el dinero y tu estado emocional, espiritual; por eso, tienes que aprender a trabajar con esto, para poder vivir la plenitud de Dios en tu vida. Pon tus prioridades en el orden correcto. De lo contrario, nunca obtendrás los resultados que deberías tener.

Una de las cosas que debes aprender es a vivir libre de deudas; que la deuda no sea la primera opción para obtener algo que deseas o que necesitas; que no sea tu primera opción para obtener la casa, el carro o aquellas cosas que estás esperando. Si vas a tomar una deuda en un momento dado, que sea con consciencia y claridad en tu corazón de los pasos que vas a seguir para que eso no amarre tu vida. En Proverbios, la Palabra del Señor dice claramente que el que toma prestado es esclavo del que le presta. Cuando entras en este estado financiero natural, comienzas a ceder ciertas libertades, poniéndote bajo el yugo de aquel a quien le debes. Todos, en algún momento, hemos experimentado esta presión en nuestra vida, y sabemos la tensión, el estrés, la ansiedad que se pone sobre nosotros.

No es que tomar deudas sea pecado, pero tomarlas con el corazón incorrecto, te puede hacer pecar. Caes en problemas cuando aceptas o buscas una deuda, dirigiéndote por un grado de ambición, de avaricia, por obtener algo para lo cual no necesariamente estás preparado para obtener. Otra señal de que estás tomando una deuda errónea, es cuando, sin darse cuenta, en tu mente, lo que quieres obtener, alcanzar, no es para suplir una necesidad, no es algo que sea conveniente y necesario, sino para satisfacer la alegría y la felicidad de tener algo. No se trata de obtener un auto que te haga feliz, sino uno que te sirva para lo que quieres alcanzar en el lugar y la etapa en la que te encuentras. No gastes en lujos porque ese auto te haga feliz. Muchas veces, hay cosas que queremos y pensamos en tomar ciertas deudas, tratando de alcanzar unas metas no necesariamente porque sea lo conveniente o lo práctico, sino porque te sentirías mejor. Hay que prosperar, hay que progresar, pero tal vez no sea el momento de pasar a una casa doblemente grande; pensar que una casa te haría más feliz es un error; te vas a meter en una deuda para una casa que – según tú – te va a hacer más feliz, pero después, el pagar la deuda te va a hacer infeliz. Cuando piensas que al obtener ese nivel es que vas a ser más feliz, ahí es cuando caes preso en la trampa de las deudas, comienzas a tomar decisiones erróneas en tu vida y a medir tu vida por lo que otros tienen, por lo que piensas que cambiaría tu estado de ánimo y, sin darte cuenta, te pones en un grande peligro.

No puedes medir tu felicidad por obtener ciertas cosas que el mundo o tú mismo te has dicho que es lo que te hará feliz.

“4 Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!… 10 En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. 11 No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. 12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.” Filipenses 4:4, 10-12

Lo que Pablo estaba diciendo no es que le gustara padecer necesidad, sino que él conoce la etapa en la que está, y ha aprendido a estar contento. Una cosa es ser feliz, otra, estar contento. Una persona puede ser feliz y no estar contenta; y, si no estás contento, eventualmente te puedes volver infeliz. Pero una persona puede ser feliz, aprendiendo a contentarse en el lugar en que está. Aprender a contentarte es una decisión que tú tomas para que, en medio de lo que estás viviendo, en medio de las circunstancias en que te encuentres, puedas experimentar ese grado de plenitud y satisfacción.

Pablo no estaba diciendo que siempre estaría padeciendo, o que eso era lo que deseara; lo que estaba era celebrando que la iglesia de los filipenses comenzó una vez más a participar en razón de dar y recibir, ayudándole así a continuar con el ministerio. Comenzaron a fluir las ofrendas, pero él estaba diciendo que había aprendido a estar feliz, aun cuando no tuviera. Cuando tú haces de Dios tu enfoque de la felicidad, aprendes a contentarte. El ser feliz es una decisión que tú tienes que tomar; contentarte es algo que tienes que aprender.

Aprende a enfocarte en las cosas correctas, mira el futuro con esperanza, disfruta lo que tienes, el lugar en que estás. En vez de asumir una deuda de más, adquiere aquello que puedes pagar en este momento con lo que tienes en el lugar en que estás, y aprende a disfrutarlo, a contentarte, a gozártelo, a vivir agradecido y con la esperanza de que, en su momento, Dios te va a dar el próximo, porque tú sabes que Dios tiene algo más grande para ti.
DIOS ES MI SALVADOR !!

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