“6 Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. 7 Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos? 8 ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.” Malaquías 3:6-8
Diezmo y ofrenda son dos cosas diferentes; y cada una de ellas tiene unos beneficios y unos requisitos cuando los vamos a poner en práctica. El diezmo es algo que damos consistentemente a Dios, algo que requiere disciplina. La ofrenda es todo aquello que hacemos por encima de presentarle a Dios nuestros diezmos. Y, como creyentes, no buscamos cómo dar menos, sino que nuestra vida se trata de cómo dar más.
En la Biblia, específicamente en el Antiguo Testamento, hay 5 ofrendas. El holocausto, que era una demostración de adoración, devoción y compromiso con Dios; se ofrecía de tiempo en tiempo y tenía ciertos requisitos. Era principalmente el sacrificio de un cordero, derramamiento de sangre; y esta es la mayoría de las ofrendas que vemos en el Antiguo Testamento, y aparece estructurada en Levíticos. Otra ofrenda que vemos en la Biblia es la de granos, que es una ofrenda de agradecimiento a Dios por la provisión divina. La próxima ofrenda se conoce como la ofrenda de paz, que tiene el mismo propósito que la ofrenda de granos, pero lo que se presentaba era diferente; en lugar de tortas, sacrificios de animales. Se diferenciaba del holocausto por el motivo de la ofrenda; el holocausto era de adoración, de compromiso con Dios; en la de paz, se presentaba el cordero, pero en agradecimiento por la provisión de Dios. Así que, en el Antiguo Testamento, cuando se presentaba una ofrenda, aunque fuera de lo mismo, el propósito con que se hacía la ofrenda era lo que determinaba cómo Dios la recibía. La cuarta ofrenda era la de expiación por los pecados; se presentaba cada cierto tiempo, y era para poder tener una relación con Dios. La próxima es lo que se conoce como la ofrenda de la culpa; a diferencia de la anterior, esta trabaja con la expiación de un acto involuntario; la anterior trabaja con la consciencia de pecado; la de la culpa era cuando se cometía un error contra alguien, y tenía que retribuirse ese error, para eliminar la culpa. Porque una cosa es eliminar tu pecado; otra, eliminar tu culpa. Cuando Cristo eliminó tu pecado, también debe eliminar tu culpa; lo que pasa es que aceptamos la expiación del pecado, pero nos seguimos sintiendo culpables.
Tres de las ofrendas eran voluntarias; las únicas dos que eran obligatorias eran la del pecado y la de la culpa. Nadie se escapaba de esas; todos los años tenían que ofrecer un sacrificio por los pecados y otro por la culpa. Lo grande del tiempo que estamos viviendo es que Cristo hizo eso por nosotros; Jesús es la ofrenda del pecado y de la culpa. En las otras ofrendas, no era tan solo corderos lo que se ofrendaba, sino de todo el fruto de la tierra; se presentaba lo mejor de lo que habías recibido. Pero tres de estas ofrendas eran voluntarias; y Cristo se obligó a ofrendarse por ti para que tú seas libre del pecado y de la culpa. Aunque Cristo no muere todos los días, se presenta ante el Padre todos los días. Gracias a esto, tú puedes presentarte confiadamente ante el trono de la gracia, y puedes vivir libre. Las ofrendas que eran voluntarias él no las hizo, esas te tocan a ti; él lo que quitó fue la obligación para dejar el corazón voluntario. Todavía hoy hay que dar gracias a Dios por la provisión; todavía hoy hay que presentar tu mejor adoración, tu mejor devoción; pero Él no lo quiere obligatorio, porque obligatorio no sirve. Las obligatorias eran la del pecado y la de la culpa, y por eso Él las hizo; porque tú no las podías hacer, y si las hacías tenías que hacerlas todos los años; pero todavía sí espera las voluntarias. Dios espera que, voluntariamente, vayas ante Él y te presentes con lo mejor de lo que Él te ha dado.
Tu intención con tu ofrenda, determina cómo Dios la recibe; por eso, tú tienes que dirigir tu ofrenda. Puedes presentar ofrenda en agradecimiento; o presentar ofrenda específicamente en agradecimiento por la provisión; o puedes presentar ofrenda y decirle al Señor que estás creyendo por un milagro para tu vida, sembrando por tu futuro, por lo que viene. Por eso, al presentar tu ofrenda voluntaria, Dios lo que mira es tu intención.
¿Cómo, entonces, demuestras tu generosidad a Dios, al presentarte con tu ofrenda? ¿Cuáles son los parámetros correctos? ¿Cuán importante es la generosidad en tu vida, y el presentarte con ofrendas?
Tu diezmo y tu ofrenda son demostración de tus prioridades.
Tu ofrenda es una demostración de tu fe. En lo que tú crees, inviertes.
Tu ofrenda impulsa tu fe. Es imposible ser generoso, y que tu fe no sea impulsada.
Tu ofrenda es una de las formas en que participas en la transformación de vidas en el reino de Dios.
Tu ofrenda es una demostración a tu mente de que es Dios quien suple tus necesidades.
El Dr. Rick Warren, hablando de la actitud de un corazón generoso, dijo:
Tu dádiva tiene que ser voluntaria, de corazón. Nadie debe sentirse obligado a dar.
Tu dádiva debe ser con alegría.
Tu dádiva debe ser con sacrificio, con esfuerzo. Pudiera pensarse que en el sacrificio no hay alegría, pero aquel que se sacrifica con un propósito, lo hace con alegría.
Tu dádiva debe ser con expectativa. Siempre que des, espera algo de la mano de Dios. Él ve la obra de tus manos, y Él te va a recompensar.
“6 Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.” 2 Corintios 9:6
Así que, tu manera de dar define tu manera de recibir. Da generosamente, para que puedas esperar recibir de la misma manera.
DIOS ES NUESTRA FORTALEZA !!
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