Uno de las cosas más importantes en nuestra vida es el poder del agradecimiento. Cuando tú aprendes a ser agradecido con el Señor, y la gente a tu alrededor, las puertas se abren, favor y gracia vienen sobre tu vida. Dar gracias es una de las cosas que universalmente todos enseñamos a nuestros hijos. Y el agradecimiento es un estilo de vida. El salmista nos habla acerca de lo importante que es que nuestra mente no se olvide de recordar todas las cosas que Dios ha hecho por nosotros.
“Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. 2 Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. 3 El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; 4 El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; 5 El que sacia de bien tu boca De modo que te rejuvenezcas como el águila.” Salmos 103:1-5
En los primeros 2 versos, el salmista da una orden a su mente de que recuerde. El agradecimiento es un acto de memoria, de recordar; cuando tú das gracias, estás recordando lo que alguien hizo por ti. A veces, dejamos el acto de agradecimiento para esas veces en que hacen algo inmediatamente por nosotros; ponen algo en tu mano, y dices: Gracias. Pero olvidamos lo importante que es, luego de un tiempo, al haber recibido algo de parte del Señor o de la mano de alguien, es importante tomar un momento y meditar y agradecer eso que recibimos. Es un acto donde tienes que obligar a tu mente a hacer memoria y dar gracias a Dios y bendecirle por aquello que hemos recibido.
A todos, en algún momento de nuestra vida, ya sea por las circunstancias o situaciones que acaparan nuestra atención, no podemos ver las bendiciones, las cosas buenas que sí han sucedido a nuestro alrededor. A un niño le enseñamos a decir “gracias” para que sea educado, pero el agradecimiento que habla esta escritura va más allá. Este es un agradecimiento que es un acto de madurez, un acto que demuestra crecimiento, donde luego de pasado un tiempo, épocas quizás, damos para atrás, recordamos las victorias que Dios nos ha dado, las cosas que ha hecho por nosotros, y convertimos nuestro agradecimiento en una acción. Dice en Deuteronomio: Acuérdate de Jehová tu Dios, que es quien te da el poder para hacer las riquezas.
El salmista da un listado de cosas que tenemos que recordar y agradecer a Dios. Una de estas, el perdón de Dios. ¿Qué hubiera sido de tu vida, si no hubieras recibido el perdón de tus pecados, de tus malas decisiones? ¿Dónde estarías hoy si Dios no hubiera perdonado aquellas cosas que hiciste en tu pasado? Tú no puedes borrar tu pasado; pero tienes que aprender que, si Dios te perdonó, tú tienes que perdonarte también a ti mismo. No podrás evitar recordar tus faltas, tus decisiones erradas que tal vez han traído consecuencias a tu vida con las que todavía hoy tienes que trabajar; y recordar estas cosas, lo que trae es condenación a tu vida. Pero, por encima de recordar tus defectos, tienes que recordar que Dios perdonó todas tus iniquidades. Es palabra “iniquidad” se refiere a pecados de pasadas generaciones, pero que traen consecuencias a tu presente. Hoy, recuerda que Dios perdona todas tus iniquidades.
Da gracias a Dios por el perdón de tus pecados. Quizás sirves a Dios hace ya mucho tiempo; quizás has olvidado de dónde Él te sacó. Tal vez has olvidado que, de no haber tenido aquel encuentro con el Señor, de haber recibido su perdón y la liberación de tu mente y corazón de la condenación, culpabilidad y tristeza que embargaban tu vida, hoy no pudieras vivir y experimentar la libertad que vives.
Dice, además, que Dios sana todas tus dolencias. Para un dolor físico, una píldora puede ayudarte, pero hay dolencias del corazón, del alma; heridas que cargas por cosas que te pudieran haber hecho otras personas; esas dolencias Dios las sana.
Quizás, hoy, tienes que perdonar algo que ha estado afectando tu vida emocional, tu desarrollo, o hasta tu relación con el Señor; recibe hoy esa sanidad, la sanidad de cualquier cosa que te pueda doler, que haya sucedido en tu pasado o que alguien te haya hecho.
DIOS ES NUESTRO SANADOR !
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